Era viernes, y estaba lloviendo, de hecho, había estado haciéndolo todo el día. El cielo estaba de un gris opaco y bañaba el mundo con nada más que lluvia helada. Para muchos era una molestia, significaba que se verían obligados a quedarse en casa esa noche, incapaces de ir a cualquier lugar.
Pero para Emily Molson, el clima estaba justo bien. Resumía perfectamente cómo se sentía.
Oscura, fría y deprimida.
Había estado sentada en su escritorio todo el día, sintiendo que su mundo estaba a punto de acabar, y de cierta manera, así era. Realmente lo era.
Dos semanas antes, había terminado el último de su té, y había estado sufriendo desde entonces. Ahora no había nada que suavizara sus pesadillas por ella y sentía cada una de ellas. Algunas noches se ahogaba en aguas heladas, otras había tela empujada en su garganta hasta quitarle todo el aliento.