Emily estaba furiosa. De hecho, esa descripción no parecía suficiente para el estado de ánimo en el que se encontraba. Estaba llena de ira. Locamente enojada más allá de lo creíble. Tenía que ser la vez que más enojada se había sentido en su vida. Y cuanto más pensaba Emily en lo que había hecho que se sintiera tan... enojada, más enojada se ponía.
Impulsada por esa furia mientras se dirigía a casa, abrió la puerta del apartamento de tal manera que casi la arranca de sus bisagras. Su mamá, que se estaba poniendo los zapatos en la sala, alzó la vista ante la entrada violenta.
—¿Qué te pasó? ¿Alguien escupió en su té y dijo que fuiste tú? —preguntó su mamá. Su tono era medio en broma, pero Emily podía ver en sus ojos que estaba preocupada.
Entrando con fuerza al apartamento, Emily cerró la puerta de un golpe. Luego se dejó caer en el sofá junto a su mamá.