Román parpadeó, perplejo.
—¿Eh? ¿Dos de... nosotros? ¿Qué quieres decir? —preguntó.
Adeline frunció el ceño desagradablemente hacia él. —Quítate de mi camino. Se bajó de la cama y procedió a salir de la habitación, pero Román extendió su mano, agarrándola del brazo.
—Adeline, espera —dijo él.
Pero ella lo agarró del brazo, levantándolo y volteándolo hacia el suelo, sobre su espalda. Román cayó con un fuerte golpe y se quedó allí tendido, mirando al techo con ojos muy abiertos.
El pecho de Adeline subía y bajaba con respiración agitada. —Tsk, ¡te dije que me soltaras!
Todos los ojos estaban puestos en ella —ojos que estaban llenos de shock y horror.
¿Acaso acababa de levantar a un hombre de seis siete que pesaba más de cien libras y lo lanzó al suelo?
—¿Q-qué está pasando? —preguntaron, mirándola de arriba abajo, incapaces de comprender nada. —Señor, ¿c-cómo hizo eso? —preguntó Yuri.
Nikolai contenía la respiración. No podía decir ni una palabra.