—No... —Adeline no pudo discernir si era realidad o un sueño—. No otra vez. Dios, por favor, no otra vez. Por favor...
Su cuerpo temblaba y se mordió dolorosamente el dedo, para despertarse si era un sueño. Pero por más desgarrador que fuera, no era más que la realidad.
Adeline se sobresaltó, en el instante en que el teléfono comenzó a sonar y con pasos lentos, se acercó al teléfono, levantándolo del suelo.
Era el número de su padre el que estaba llamando. Pero estaba segura de que no era su padre al otro lado del teléfono.
Aun así, reunió el valor y contestó la llamada.
—Adeline.
La voz era demasiado familiar, le hizo saltar el corazón.
—D-Dimitri.
—¡Cariño! —Dimitri rió al otro lado del teléfono—. ¿Me extrañaste?
—Suena como si estuvieras llorando. Vamos, no estarás llorando por el video que te envié, ¿verdad?
Adeline no pudo decir una palabra. Estaba demasiado perdida para hablar, simplemente se arrodilló en el suelo y lloró en silencio.