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—¿Dirás algo? ¿O deberé obligarte? —Claramente, sin tiempo para semejantes tonterías, César atrapó al hombre por el cuello, sus fríos ojos verdes clavados en él.
—S-supremo alfa, ella ha salido un poco del peligro crítico, pero... necesita una donación de sangre. Le falta sangre y— El doctor tembló ante la frialdad de su tono, su garganta se movía mientras tragaba con fuerza.
—¿Y dónde podemos conseguir eso? —César preguntó.
—Bueno, de los miembros de su familia. Pero tendrían que tener el mismo tipo de sangre —El doctor parpadeó rápidamente.
—¡Ella no tiene familia viva! ¿Qué más se puede hacer? —La cara de César se arrugó en un ceño fruncido profundo. Estaba furioso e inquieto, y el hombre solo lo empeoraba.
—B-bueno... No estoy seguro. Podrías darle la tuya, pero... no lo aconsejaría para nada —El doctor negó con la cabeza.
—¿A qué te refieres con eso? —César alzó una ceja hacia él.