—Por favor, elija un arma —dijo un hombre con una sonrisa acogedora, señalando las armas esparcidas sobre la mesa.
Adeline frunció el ceño.
—¿Un... arma?
—Sí —El hombre asintió—. La necesitará.
Adeline estaba algo reticente, pero aun así eligió dos dagas. Para alguien que pensaba que su fuerte era el boxeo, las dagas eran probablemente lo más cercano a las armas que podía manejar. Aparte de una pistola.
Su oponente, Ania, eligió un par de nunchakus, lo que la hizo tragar saliva en respuesta.
¿Podría siquiera usar eso?
—Por favor, suban al ring —dijo el hombre, dirigiéndose con su mano.
Junto con Ania, ella subió al anillo de duelo. Frente a frente, se pararon.
—¿Consienten ambas a este duelo? —preguntó el presentador principal usando un micrófono.
—Sí —respondió Ania.
Adeline hizo lo mismo:
—Sí —Por más nerviosa que se sintiera por dentro, no iba a mostrarlo para no alertar a su oponente.