```
Un par de pies con tacones se vieron tocando el suelo antes de que una dama bastante familiar para ellos bajara, con una sonrisa floreciente evidente en su rostro.
Pero sabían que detrás de esa sonrisa encantadora había alguien, una mujer con la que no se atreverían. Alguien que era tan implacable como César. A menudo era difícil creer que ella no estaba directamente relacionada con César, una hermana de sangre.
Los dos eran demasiado similares, tanto que la temían más de lo que temían a Román. Una dulzura en la superficie, pero la descendencia de un demonio en la sombra.
—¡Hola! —gritó Vera, saludando con la mano a los residentes que sabía que la observaban desde las ventanas de su apartamento.
Pero cuando no recibió respuesta de ninguno de los residentes, resopló y sacó otro caramelo de su bolsillo para comer.
—¡Tsk! —chascó la lengua con una mirada divertida en su rostro—. Qué odiosos. Ni uno solo me saludó, Yuri.