César amartilló la pistola.
—Eres una mujer hermosa que podría haber tenido mucho más, pero ay, tuviste que morir así. Te dije que siguieras adelante y encontraras a tu pareja. Te di una oportunidad, pero la tiraste y me hiciste esto. Nunca te perdonaré por haberla herido. Podrías haberla matado.
—La habría perdido, el amor de mi vida, la ruina de mi mera existencia, la única mujer por la que mi corazón late. Casi me quitaste la única cosa que le daba sentido a mi vida y me hizo sentir cosas que nunca pensé que sentiría. Ella me dio tanto, algo que nadie en este mundo podría darme.
—...Felicidad, por primera vez en toda mi vida. Algo que nunca había probado, ni siquiera cuando era niño.
Un suspiro escapó de su nariz, uno que sonó demasiado cínico. —Te arruinaste a ti misma, Diana, y espero que en otra vida, no sea igual.