Adeline asintió, tomando asiento en su regazo. Estaba pegada contra su pecho, sus manos descansaban sobre sus caderas.
—Adeline, ¿crees que no dejaría nada para ti? —preguntó César, sus ojos penetrantes en los de ella.
Adeline tragó saliva, dándose cuenta de que él buscaba una respuesta diferente de su parte. —Tú… ¿lo harías?
—Estás insegura, ¿verdad? —El pulgar de César rozó sus labios inferiores, sus dedos debajo de su mandíbula.
—¿Lo harías? —Adeline preguntó, genuinamente curiosa.
—¿Lo haría? —Una sonrisa burlona. César mordisqueó sus labios, besando los costados, sus mejillas, y hasta su oreja. Susurró, —Dejaría todo por ti si no lo sabes.
—Si llamaras y me dijeras que me necesitas, estaría contigo en un instante. —Su aliento caliente le rozaba la piel, y ronroneó contra su hombro, deslizando su mano bajo su camisa para acariciar su espalda.