—¿¡Esa hermosa humana es tu maldita pareja?!! ¿En serio? —gritó Román tan pronto como exhaló.
La cara de César se contrajo de disgusto, su cabeza retrocedida en aún más perplejidad. —¿Qué demonios quieres decir con eso? —Sus ojos se habían vuelto de repente afilados hacia él.
—¡César! —La presión de Román sobre su hombro se intensificó—. ¿Estás ciego? ¿Lo estás? ¿Has visto a tu pareja?
—¡No tenía ni la más mínima idea de que ella era tu pareja! No lo sabía y me encontré enamorándome de ella a primera vista —exclamó él—. La forma en que sonríe, la forma en que habla, su dulce aroma, y la manera en que ella-
Román era consciente de que los ojos de César de repente ardían en un tono de oro, pero no tuvo tiempo de procesarlo antes de que su cabello fuera agarrado y su cara estrellada contra la pared más cercana.
No pudo ni protestar porque César le había dado un puñetazo que le sangraba la nariz, provocando que comenzara a sangrar de las fosas nasales de inmediato.