Adeline sacudió frenéticamente la cabeza hacia él, con burbujas de lágrimas brotando en sus ojos.
—No, Yuri, estás equivocado. Yo nunca
—Si tan solo supieras cuántas noches dolorosas sin dormir ha tenido y cuántas pastillas para dormir ha tenido que consumir todos los días hasta el punto que incluso su lobo se volvió dormante y silencioso —interrumpió Yuri—, no estarías aquí parada con la cabeza en alto. Si supieras cuántas veces perdió la cabeza, todo por culpa de ti, no habrías hecho lo que hiciste.
—Ni siquiera pestañeaste cuando lo lastimaste, y estoy seguro de que tampoco te importa. No me importa si esto duele, pero...eres una mujer egoísta, Adeline —era casi como si estuviera desahogando la frustración reprimida que había ocultado durante los últimos dos meses mientras cuidaba a César—. Él lo hizo todo por ti. Se volvió contra toda la manada por ti e incluso contra su propio padre, pero al final, todavía lo jodiste.