César sabía que ella no respondería; su miedo en ese momento era demasiado evidente.
Una carcajada había retumbado en su garganta el segundo que Adeline colgó sin decirle una palabra.
—Esto será divertido —César se giró hacia Yuri y Nikolai—. Arreglen sus asuntos. Mañana iremos de caza.
Nikolai parpadeó, profundamente perturbado.
¿No era este el mismo hombre que estaba furioso hace unos minutos? ¿Cómo había cambiado Adeline su actitud tan fácilmente? Solo ahora comprendían cuánto efecto tenía esa humana sobre él.
—Yuri, ven —Nikolai se levantó, levantando al beta en sus brazos.
—Está bien ahora. Se ha calmado. Déjame llevarte de vuelta a la manada, necesitas estar en el hospital.
Un suave aliento escapó de la boca de Yuri.
—Puedo caminar... Bájame.
—No, solo déjame llevarte de vuelta. Te desmayarás —Nikolai no estuvo de acuerdo, dando media vuelta para salir de la habitación.