—¿Princesa? —había una expresión de sorpresa en su rostro mientras la miraba, sin haber esperado que ella viniera a su habitación esa noche. Sin embargo, una sonrisa socarrona se le escapaba.
Le encantaba verla.
Adeline entró en la habitación, cerrando la puerta. Se acercó a él, se paró con las manos detrás de la espalda y levantó la cabeza para mirar dentro de sus orbes verdes.
—¿Adeline? ¿Hay algo mal? —preguntó César, sintiendo como si ella tuviera algo que quería decirle.
Pero Adeline negó con la cabeza. Más bien tomó su mano, colocando la tarjeta de crédito en el centro de su palma. —Aquí tienes.
—¿Ya terminaste de usarla? —César acarició su pelo ligeramente húmedo, deslizando algunos mechones detrás de su oreja.
Adeline asintió, sus labios se estiraron en una sonrisa más amplia.