Pero Dimitri estaba hirviendo por dentro. Su rostro se contorsionó desagradablemente y se burló.
—¿Crees que voy a firmarlo? —preguntó Dimitri.
—Lo harás —respondió César, sonriendo sin emoción.
—¡Que te jodan! —escupió Dimitri—. ¡Adeline es mi esposa y nunca lo firmaré!
—¡Sabía que algo tramabas! Tenías tus ojos puestos en ella, pude verlo. Pero esa perra pensó que estaba loco. Pfft, ¿no te da vergüenza? —preguntó, riendo como si su sospecha finalmente se hubiera validado—. Estás obsesionado con la esposa de otro, y eso no fue todo. Me la quitaste. ¡Mi. jodida. Esposa! —Sus dientes estaban apretados, rechinando con ira.
Arqueando una ceja, César se levantó de la silla, su figura fría y grande comenzó a acercarse a Dimitri.
Yuri y Nikolai podían decir que estaba furioso. Siempre que el alfa supremo se quedaba tan callado, seguro que iba a explotar.