El odio de Adeline hacia él no era exactamente tan intenso cuando acababan de ser obligados a casarse, pero cuanto más despertaba junto a él cada día, más lo odiaba. No era diferente de su padre. Eran el claro ejemplo de la frase: 'de tal palo, tal astilla'
Pero César... Con él, todo era diferente, un caso completamente distinto.
Cuando ella había hecho un trato con este hombre, no pensó que las cosas llegarían a este punto. Nunca imaginó que llegaría un día en que yacería en cama con él, en sus brazos, como si fueran un matrimonio.
Los ojos de Adeline parpadearon rápidamente al pensar en esto, y detuvo su caricia en su mandíbula. Su rostro se contorsionó en un ceño confuso, y procedió a retirar su mano, pero para su sorpresa, César la sujetó, sorprendiéndola.
Él abrió los ojos, esos orbes verde bosque mirándola directamente. —¿Por qué te detuviste? —fue su primera pregunta.