Veinte minutos después, volvían a la carretera, dirigiéndose al lugar donde se encontrarían con Nikolai.
—Estás realmente feliz, ¿no es así? —César la miró de reojo, su labio dibujando una sonrisa lateral.
—Por supuesto que lo estoy. ¿Viste la expresión en sus rostros? ¿Sabes cuánto estaría perdiendo ese anciano? Probablemente suficiente como para que ni siquiera vuelva en dos días —razonó Adeline, intentando quitarse unos mechones de cabello que se habían adherido a su rostro a causa del fuerte viento. Esto se debía a la ventana del coche abierta.
César soltó una risita.
—Se sintió tan bien verlo humillado. Parecía como si deseara que la tierra se abriera. Y en cuanto a Dimitri... —Ella extendió sus brazos con los ojos cerrados y tomó una profunda respiración—. Quise vengarme de él por haberme echado ese vino encima, pero esto es suficiente. Más que suficiente, para ser honesta.
—¿Lo hiciste por mí, César? —preguntó ella, parpadeando su ojo izquierdo para echarle un vistazo.