César tomó una profunda respiración.
—Así ha sido estos últimos dos meses desde que me dejaste —observó cómo Adeline negaba con la cabeza, las lágrimas brotando de sus ojos. Era evidente que tenía mucho que decir pero no sabía por dónde empezar—. ¿Estabas feliz cuando me dejaste? ¿Te sentiste mejor al irte? ¿Estabas mejor sin mí?
—¡No! No, no, en absoluto —Adeline lo miraba a los ojos, respondiendo—. Te extrañé tanto cada día. Fue tan difícil, y estaba miserable, a veces sentía que podía morir. No
—Entonces, ¿por qué? —César preguntó—. ¿Por qué no te quedaste conmigo? Hazme entender.
Adeline sollozó, tratando de encontrar la palabra correcta para usar y formular lo que quería decir en voz alta. —César... Respiraciones profundas, respiraciones profundas.
César tuvo la paciencia de esperarla. Quería que dejara de llorar. Lo odiaba, ya que provocaba que se apretara un nudo doloroso en su pecho. —Adeline-