—Vuelve a dormir —escuchó murmurar a Liu Yao, su voz profunda y resonante más ronca de lo normal al inicio del día. Solo se ponía así por la falta de uso durante la noche o cuando se acostaban juntos en la cama y a pesar de la pereza que todavía persistía en los huesos de Yan Zheyun, podía sentir los primeros indicios de interés acumulándose en lo bajo de su abdomen, una respuesta pavloviana que era tan embriagadora como embarazosa.
—¿Cómo se supone que pueda hacer eso si sigues haciendo eso? —Yan Zheyun murmuró su queja pero sus acciones fueron más honestas que su boca mientras inclinaba su cabeza hacia un lado para darle a Liu Yao mejor acceso.
—Tú— —Con gran dificultad, Yan Zheyun apartó la mano de Liu Yao para poder mirarlo fijamente—. ¿Estás seguro de que quieres que vuelva a dormir? Y además, ¿no era hora de ir a la corte? ¿O había despertado Liu Yao aún más temprano que su hora malditamente temprana solo para un poco de ejercicio matutino en colaboración?