—¡Tu cola! —exclamó asombrada, mirando la cola de serpiente de Shao Yao.
Oscura y púrpura... Nunca había visto ninguna serpiente con colores tan hipnóticos.
Los ojos rojos de Shao Yao emitieron una luz fría. Algunos malos recuerdos comenzaron a aflorar en su cabeza.
—¡Ahh! ¡Eres un monstruo! ¡No tengo un hijo monstruo como tú! ¡Tú bestia! ¡Alguien, llévense a este monstruo de mi vista! —la mujer gritó aterrorizada, mirando al pequeño bebé con cuerpo humano y cola de serpiente que había salido del cuerpo de su esposo.
—Señora, no puedo tocar a este monstruo. ¡Es repugnante! ¿Por qué no mato a esta cosa repulsiva por usted? —la guardia apretó su cuchillo, apuntando el arma al pequeño cuello del bebé.
—¡Mátalo! ¡Que nadie descubra que tengo un marido y un hijo tan repugnantes! ¡Mata a esta cosa! —la mujer de repente sacó su espada; decapitó al hombre, que yacía débilmente en la cama después de haber dado a luz al bebé.