Las nueve mujeres se ataron el cabello con pulcritud, y colgaban espadas de cada una de sus cinturas.
—¡Rindo honor a la tercera princesa!
—¡Rendimos honor a la tercera princesa! —Otros apresuradamente saludaron a la chica en un hanfu dorado respetuosa y admirativamente.
—¡Saludos, ministro Wang!
Ellos no se arrodillaron porque solo se arrodillan cuando ven a la reina.
—¡Levántense! —La voz de la chica era tan agradable como su apariencia. No se veía orgullosa ni arrogante.
—Los cielos abren mis ojos; tengo la suerte de ver a la tercera princesa aquí hoy. ¡Es tan hermosa como la pintura!
—Escuchar cien veces de boca de la gente, no podría compararse a una sola vez que pueda ver la belleza de la Tercera Princesa con mis ojos.
—De todas sus hermanas reales, la tercera princesa es la única tan suave como el agua y tan pura como las nubes blancas.
Todo el mundo miraba a la tercera princesa con aprecio.