—¿Qué haces aquí, Ma Wenye? —Hui Chanjuan miró los suaves ojos del hombre.
—Vine a comer con ellos y escuché un alboroto. Mirando hacia aquí, no esperaba ver a la esposa —Ma Wenye respondió suavemente mientras la fragancia de loto de su cuerpo flotaba en todas partes.
Él era como un loto limpio que no se manchaba de polvo en el mundo mortal.
—¿Por qué viene la esposa aquí?
—Adónde voy es mi libertad. ¿Debo informarte? Y tú, te he advertido que no te muestres en público y que te quedes en casa cuidando al bebé, ¡pero has desobedecido mi orden! —Hui Chanjuan se burló y dejó de prestarle atención.
—Yo… —Ma Wenye estaba atónito. ¿Desde cuándo le dijo ella que no saliera?
—Como hombre, ha desobedecido la orden de su esposa. ¡Qué vergüenza!
—Ahora, no dudo por qué Hui Chanjuan no lo ama. Un hombre que no escucha y respeta a su esposa es una vergüenza.
La gente lo dijo y se burló de Ma Wenye.