Islinda debía tener una habilidad especial para llegar tarde, ya que todos estaban sentados cuando ella llegó, incluyendo al rey. Esto significaba que, cuando alcanzó la entrada, cientos de ojos la clavaban en el sitio. La charla que antes era emocionada cayó a un susurro con su llegada e Islinda no podía moverse porque se sentía como un pez pequeño en medio de tiburones. La devorarían entera y no dejarían huesos.
Así pues, Islinda tomó una profunda respiración y comenzó a caminar con la cabeza bien alta. No se le permitió a su criada pasar, lo que significaba que otro Fae estaba a la cabeza del camino. Ahora Islinda podía ver bien la disposición de los asientos.