—¿Qué es eso? —interrogó el soldado.
—Es una gema protectora —respondió Islinda, su voz inquebrantable pese al nerviosismo que sentía por dentro.
Islinda se sentía incómoda revelando su ventaja en un salón lleno de enemigos. Con el conocimiento del collar de protección, su vulnerabilidad estaba expuesta. Si alguien intentaba hacerle daño, lo único que tenían que hacer era arrancarle el collar del cuello, dejándola indefensa. Pero no tenía otra opción.
Sintiéndose obligada a proporcionar más información, añadió:
—El Príncipe Aldric me lo dio por mi seguridad. —Era evidente que Islinda no estaba en posición de poseer un artefacto tan valioso.
—¿Ah sí? —murmuró el soldado, aparentemente no convencido.
—Vamos, soy la única humana aquí, ¿qué esperas que haga? ¿Entregarme a los lobos? —Islinda rodó los ojos, encontrando algo de confianza en las palabras del Rey Oberón.