—Debería entrar yo primero —le dijo Islinda a Valerie mientras se desenredaba de sus brazos. Sabía que el esfuerzo era inútil, dado que la gente de la Reina Maeve podría haberlos visto besándose ya, pero ella no iba a tomar ningún riesgo.
—Podríamos entrar juntos —sugirió Valerie— y le lanzó una mirada asesina que lo hizo reír.
—Está bien, mi amor, como tú digas —dijo Valerie, su nariz rozando su cuello, enviando escalofríos por su espina dorsal.
A pesar de sus emociones, Islinda desconfiaba de su relación, con la mirada inquieta como un ladrón que no quería ser sorprendido robando.
Ella apenas lo había besado en ese momento fugaz de vulnerabilidad entre ellos. Ahora Valerie pensaba que su relación era seria y todo era culpa de ella. Debía haber definido su relación y decirle que esto no iba a pasar.