El grito escalofriante de Rosalind parecía rasgar el mismo cielo mientras Maxi continuaba con su tortura mental. Se había encogido en posición fetal mientras su cuerpo se convulsionaba por el asalto, y su voz estaba ronca de tanto gritar.
Maxi bufó al ver la escena —Que los dioses me ayuden, gritas como una niña—, pero al minuto siguiente se dio cuenta —Oh cierto, eres una niña. Deberías gritar más fuerte entonces.
Como un Fae oscuro, Maxi podía entrar en la cabeza de Rosalind e infligirle una ilusión mental de dolor ardiente. En este momento, Rosalind creía que su cabeza estaba en llamas y el dolor la incapacitaba.
—¡Grita más fuerte! —Maxi aumentó el tormento, se agachó para levantar al Príncipe Wayne, su último compañero.
—¿Quién es mi lindo? —Hizo pucheros, haciendo caras tontas al gato e ignorando los gritos de la víctima a sus pies.
