Aurelia no podía levantar un dedo ni convocar su habilidad porque el dolor la incapacitaba. El efecto del hierro en los Fae los hace incapaces de aplicar magia a sus heridas lo suficientemente rápido como para sanar antes de desangrarse. El veneno del hierro la estaba matando más rápido de lo que podía curarse y necesitaría una curandera para aumentar sus posibilidades de supervivencia.
Con un gruñido, colocó su mano en la empuñadura e intentó sacarla, pero Rosalind la regañó juguetonamente,
—Ah-ah, si yo fuera tú, no la sacaría y moriría más rápido. Ese es un punto fatal y cualquier movimiento empeoraría todo. Si tienes suerte, te encontrarán mientras yo no esté. Y si no, bueno, supongo que depende de tu suerte —hizo una reverencia dramática—. Fue un placer trabajar contigo, Aurelia.
Con esas palabras dichas, Rosalind volvió al lugar donde Islinda estaba envuelta y la levantó sobre su hombro.