—Esto va a ser una historia larga —dijo Eli—. Solo para extender la mano sin previo aviso y levantarla de su asiento, colocándola en su regazo en su lugar.
—¡T-tú! —Islinda tenía una expresión atónita, el calor subiendo a sus mejillas—. ¿Qué crees que estás haciendo? —Intentó bajarse, pero Eli la sostuvo de la cintura con tanta firmeza que bien podría estar empujando contra una pared.
—No pienses que tengo segundas intenciones, no, esto se hizo pensando en tu mejor interés. Mi regazo sería el lugar más cómodo para colocar tu trasero —declaró inocentemente Eli.
—No es nada cómodo —le dijo Islinda, retorciéndose como un pez fuera del agua.
—Ten cuidado, princesa —dijo Eli con una voz tensa—. Soy bastante sensible ahí abajo.
—Entonces, ¿por qué me mantienes en tu regazo si te excitas fácilmente?! —Islinda quería gritar del estrés.— Él era bastante difícil de manejar.