El rubor en el rostro de Chu Jin había disminuido gradualmente, reemplazado por una delgada capa de sudor.
Hay que decirlo.
Las heridas de Mo Zhixuan eran realmente graves, con fragmentos del jarrón roto incluso atravesando la carne y clavándose en el omóplato.
Chu Jin frunció el ceño ligeramente, desinfectando cuidadosamente su herida, aplicando medicina y vendándola…
Sus cálidas yemas de los dedos bailaban sin cesar sobre su piel.
Esa calidez, siguiendo el flujo de la sangre, llegaba profundamente a su corazón.
Mo Zhixuan simplemente bajó la mirada para observar sus movimientos, con una leve sonrisa extendiéndose por la profundidad de sus ojos expresivos.
Tras vendar la herida con éxito, Chu Jin comenzó a instruirle sobre algunas precauciones.
—Intenta no mojarlo en los próximos días, evita la comida picante a toda costa y ten cuidado de no infectarlo o inflamarlo —dijo ella.
