En ese momento, los ojos de Zhao Yiling se llenaron de una luz brillante, como si la figura, celestial en su belleza, apareciera ante ella una vez más.
Por un momento, su corazón latió con más rapidez.
—¡Ling'er, de qué tonterías estás hablando! —interrumpió Li Ruyu a Zhao Yiling seriamente—. ¡Aunque ese Mo Zhixuan sea un inmortal, no puedo dejarte casarte con él! ¿Has olvidado cómo murieron sus anteriores 18 esposas?
¡Cómo iba a dejar que su propia hija corriera tal riesgo en un momento como este!
—¡No me importa! —Zhao Yiling miró a Li Ruyu, su voz firme—. ¡Solo quiero casarme con él! ¡No me casaré con nadie más que con él!
Mientras pudiera tomar la posición de matriarca de la familia Mo, no habría nada ni nadie en Ciudad Capital a quien temer.
—Oh, mi tonta hija, ¡qué mal te ha poseído para hablar tantas tonterías! —Li Ruyu estaba tan ansiosa que estaba a punto de llorar.
—No estoy poseída, estoy muy lúcida. Madre, ¡debo casarme con Mo Zhixuan!
