—Sr. Black, ¿está bien? —su asistente ayudó apresuradamente a Chase a llegar al sofá.
Las venas en las sienes de Chase se marcaban mientras sus ojos revelaban un atisbo de ira.
La pistola eléctrica de Hazel tenía un voltaje muy alto. Las personas ordinarias caerían en un estado semiinconsciente después de ser electrocutadas.
Afortunadamente, Chase estaba bien. Al menos, seguía consciente.
—Sr. Black, ¡beba algo de agua! —Su asistente vertió rápidamente un vaso de agua y se la llevó a los labios de Chase preocupadamente.
Chase tomó unos sorbos de agua antes de que su ritmo cardíaco finalmente se desacelerara. Se quedó acostado en el sofá durante más de diez minutos antes de que la sensación de entumecimiento en su cuerpo disminuyera.
—¡Hazel Haynes, tú! ¡Espera solo un poco! —exclamó Chase.
—Juro que te haré rogarme de rodillas —Chase apretó los dientes tan fuerte que sus ojos se volvieron rojos.
Su asistente salió de la oficina con un miedo persistente.