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Lo que más le asombró fue que, incluso mirando en otra dirección, había conseguido lanzar su daga directamente a su cabeza, claro está, la había congelado en el aire, pero gracias a esa jugada, permitió que los demás descubrieran su presencia.
Se sintió un poco decepcionado por no poder quedarse más tiempo para observarlos desde allí, pero no tenía elección, tenía que irse ahora que había sido descubierto.
Una vez terminó con la apertura del vórtice, decidió volver a observarlos desde su suite en su palacio.
Así, su yerno podría relajarse y, si era tan inteligente como creía, esperaba que entendiera que no era una amenaza.
Cuando se fue, la daga cayó al suelo y, como había esperado, su yerno se relajó de inmediato y su hijo y sus amigos también acabaron relajándose.
También le sorprendió gratamente que su amigo pudiera detectar el vórtice que había creado; su hijo estaba realmente bien acompañado, era algo muy bueno.