Su Jiyai no perdió tiempo.
—Necesito coches que no se puedan romper, incluso si diez personas los atacan simultáneamente. Los modelos más fuertes que tengan. —Sería mejor si pudiera resistir cualquier ataque de zombis —pensó Su Jiyai, pero no expresó sus pensamientos.
El gerente levantó una ceja. Era una solicitud que escuchaba frecuentemente de alguna autoridad de alto rango o de algún jefe de la mafia del submundo.
Su Jiyai tuvo suerte de que el concesionario de coches que eligió visitar, resultó tratar con las demandas de los oficiales del gobierno y el gerente la confundió con uno de ellos.
El gerente le hizo un gesto para que lo siguiera y la llevó a una puerta discreta en la parte trasera del concesionario.
Más allá de esta, entraron a un garaje secreto oculto a la vista del público.
Dentro había coches elegantes y fuertemente blindados en fila, cada uno radiando un aura de invencibilidad.