Su corazón pendiente finalmente cayó y se sentó en el suelo como si toda su energía se hubiera drenado.
Al hacerlo, dos platos humeantes aparecieron en la mesa junto a él.
El hombre parpadeó incrédulo,
—Esto... esto...
—Come algo primero, no quiero que te desmayes. —dijo Su Jiyai.
Los ojos del hombre se volvieron un poco llorosos.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que había visto un plato tan tentador?
Se acercó cautelosamente a la mesa, como si temiera que la comida desapareciera si se movía demasiado rápido.
Sus manos temblaban al levantar los palillos, y el primer bocado le trajo lágrimas que se deslizaban por su rostro.
Los sabores eran abrumadores, en marcado contraste con las raciones escasas y a menudo insípidas con las que había estado sobreviviendo.
—Esto... gracias, —murmuró entre bocados, apenas capaz de hablar mientras devoraba la comida con un hambre que hablaba de privaciones prolongadas.
Su Jiyai observó a través del monitor, con el corazón pesado.
