A medida que la noche se oscurece, su encuentro está lejos de terminar. Anton liberó a Mary de su beso y le subió la camisa mientras se sentaba entre sus piernas.
Mary se incorporó para ayudarlo a quitarle por completo la ropa superior y cuando eso estuvo hecho, Anton no perdió tiempo en sellar sus labios con los de ella. Sus manos agarraron sus caderas y la atrajeron más cerca, haciendo que Mary se montara encima de él.
Su boca se movió lentamente hacia su oreja y susurró:
—Me haces perder la cabeza, Mary. Eres mía.
Mary cerró los ojos, su voz y sus palabras resonando profundamente en su interior. Sus labios recorrieron su mandíbula, lamiendo y succionando todo a su paso. Sus manos jugaron con sus pezones, haciéndolos rodar con sus dedos hasta endurecerlos.
Mary gimió suavemente cuando su lengua encontró su pezón. La succionó fuertemente mientras su otra mano agarraba sus caderas y la empujaba hacia su bestia enardecida.