El cuerpo de Amy le duele y sus piernas están temblorosas, pero no le importa. Henry no paró después de que ella lo despertara con un atrevido entrenamiento matutino. Ya estaban en la bañera, disfrutando del agua caliente cuando escucharon gruñir su estómago.
La cabaña no tiene wifi ni teléfono y no llevaron nada más que a ellos mismos, así que después de asearse decidieron ir al restaurante principal del lugar donde suponen que todos están ahora para desayunar.
—¿Cuántos conjuntos de ropa trajiste aquí? —preguntó Amy después de ver la cantidad de ropa en el armario mientras buscaba algo para ponerse.
—Suficientes para una semana, por si decides quedarte, —respondió Henry mientras se vestía.
—Me encantaría quedarme una semana pero sabes que no podemos hacer eso. Nuestra boda fue improvisada y necesito ocuparme de los nuevos reclutas y la nueva oficina, —explicó Amy.
