—Hijo de un... —Chi Lian.
—Modales —él la interrumpió—. Una madre no debería maldecir. —Su estúpida sonrisa de autosuficiencia le daba ganas de golpear su rostro un poquito.
Se preguntaba qué decirle después de que él la hubiera enfurecido exitosamente. Su corazón ya no latía por deseo sino por enojo.
—¿Por qué no podías simplemente dejarme tener una despedida perfecta? —preguntó ella.
—Porque no ibas a despedirte de mí en persona, ¿por qué debería premiarte por decir mentiras?
¡Así que eso era venganza! —¿Te sentirías mejor si me disculpo? —preguntó ella.
—Sí. —Él cruzó sus brazos sobre su pecho y esperó.
Ella puso su sonrisa más adorable y dijo, —Lo siento. Jun Muyang, el hombre más guapo del mundo, debería haber sido mejor contigo.
—Hmm...
—Te daré diez caramelos naranjas. —Negoció ella.
—Y algo de esa agua que me enviaste. ¿De dónde la sacaste por cierto? Quería que Wenzhe comprara más pero no tenía etiqueta.
