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La expresión de Mateo cambió a una de incredulidad, su voz se elevó en una vehemente protesta. —¡Eso es imposible! Solo porque nos hemos acercado a usted con una propuesta no significa que tengamos que capitular ante un robo a pleno día tan descarado. ¡Podríamos manejar esto de varias otras maneras que no impliquen servir nuestras acciones en bandeja de plata a usted!
Aiden simplemente se encogió de hombros, imperturbable ante la indignación y la explosión emocional de Mateo. —Eres libre de irte cuando lo desees. La puerta está justo allí —hizo un gesto casual, como si las consecuencias de la conversación fueran de poca importancia para él.