—¿Estás bien? —Serena levantó la vista para ver a Sidney acercándose rápidamente hacia ella, con preocupación grabada en su rostro. Inmediatamente, se levantó, con las sospechas creciendo. ¿Cómo sabía él que ella estaba aquí? Aún no había informado a nadie. Ni siquiera a Aiden. Antes de que pudiera preguntar, Sidney le agarró los hombros, dándole una rápida mirada de arriba abajo, escaneándola en busca de algún daño.
—¿La sangre? —preguntó él, su voz tensa, traicionando su miedo.
—No es mía, —respondió Serena fríamente, su tono cortante. Se movió ligeramente en su agarre—. Suéltame.
Sidney no parecía registrar sus palabras. En cambio, sus brazos la envolvieron repentinamente, atrayéndola hacia un abrazo apretado. —No tienes idea de cuánto miedo tenía cuando escuché que habías sido atacada, —dijo él, su voz cargada de emoción—. Acabas de volver, y la idea de que algo te suceda de nuevo...