Medianoche seguía al droide por el pasillo silencioso, maravillándose de cuánto había cambiado su vida en tan poco tiempo.
Era un silencio que su nave nunca tenía, y la bestia dentro de él parecía calmarse como resultado. En su nave, nunca sabía cuándo uno de su gente podría resultar ser un asesino. Casi había perdido la cuenta de las veces que alguien intentó colarse en su habitación en medio de la noche y matarlo.
Aquí, solo estaban los dos, el resto de sus hombres regresaron a la nave y volaron junto a Jun Li, y era como si con cada paso que daba, sus músculos tensos se relajasen.
—Estrella está aquí —dijo el droide deteniéndose frente a un conjunto de puertas.
—¿Estrella? —preguntó Medianoche, gustándole el nombre.