—¡Tyris! —llegó la jovial voz de Medianoche a través de las comunicaciones. Me recosté en mi silla, más que dispuesto a observar el espectáculo que estaba por aparecer en la pantalla.
—Medianoche en los Campos Veloces —dijo el Dryadalis con una regia inclinación de su cabeza—. Extendí mi mano para ver dónde estabas —continuó.
A diferencia de la primera vez que lo vi, esta vez, pude estudiar realmente al Elfo.
Su cabello blanco caía más allá de su cintura en diferentes capas. Algunas estaban sujetas con una banda dorada, mientras que otras simplemente estaban trenzadas y caían sobre su pecho bien definido. Sus orejas tenían múltiples aretes de plata colgando de ellos, casi ocultos bajo su cabello. Vestía elegantemente una túnica negra de cuello alto que cubría todo desde su cuello hasta las muñecas y los dedos de los pies. Los bordes y botones estaban resaltados en plata mate.