—Lo que pasa es que no estoy muy contento contigo, Medianoche. Y aquí estaba yo pensando que querías ser amigos. ¿Es esta alguna manera de tratar a un amigo? —le pregunté al hombre lobo. Claramente no esperaba llamadas, ya que estaba acostado en la cama.
—No entiendo —respondió él, una mirada de confusión cruzó su rostro. Era como ver a un golden retriever confundido, y todo lo que podía hacer era intentar no reírme.
—Tengo quince naves desconocidas en nuestro punto de encuentro —dije con serenidad. Vestido como estaba, le sería difícil poder leer mis señales. Bueno, excepto por mis cuatro garras marcando el ritmo en el reposabrazos.
—No entiendo —repitió por segunda vez.
—Parece que no entiendes mucho —respondí, nada divertido. Esperaba que se convirtiera en un buen cliente, pero así no es como se veía en este momento.