Del otro lado, Qin Qiu estornudó dos veces. Se sonó la nariz y luego continuó caminando de un lado a otro en la sala de té de su casa mientras su papá, Papá Qin, lo miraba con el ceño fruncido.
—¿Por qué estás tan preocupado? —dijo Papá Qin con una mirada de reproche—. Te dije que si te atrevías a hacerlo, entonces tienes que aceptar lo que has hecho, no hay vuelta atrás.
—Nunca dijiste que las cosas escalarían así, ¿verdad? —dijo Qin Qiu bruscamente—. Acabo de recibir una llamada de una de mis espías en la corporación Luo, y ella me dijo que Yeqing salió corriendo a algún lugar. En caso de que ella se enterara
—¿Cómo se va a enterar? —Papá Qin colocó la taza de té en su mano sobre la delicada y exquisita mesa que tenía frente a él con un tintineo—. Los secuestradores ya están fuera de la ciudad y aunque los atrapen, no saben que fuiste tú quien les ordenó secuestrar a Ye Shun y tratar con él.
