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En el otro lado, el mer que había presenciado lo que le sucedió a Ye Shun volvió a casa. Sus ojos miraban furtivamente a su alrededor mientras observaba a su esposa, que había regresado para almorzar.
La mujer sentada en la silla del jefe de familia cogió un trozo de rábano encurtido y le dio un mordisco. Solo lo había masticado dos veces cuando sintió la mirada de su esposo.
Esta era la quinta vez que la miraba.
—¿Qué te pasa? —preguntó la Señora Cai con el ceño fruncido—. ¿Por qué me miras así, cariño?
¿Tenía algo en la cara?
Cuando el Señor Cai escuchó la pregunta de su esposa, sus ojos se iluminaron y se acercó más a ella. Con el aire de alguien que escondía un gran secreto, le dijo a su esposa:
—¿Sabes a quién vi justo ahora cuando estaba comprando el jugo de naranja que querías tomar para el desayuno?
—¿Cómo voy a saber a quién viste en el mercado? —La mujer comentó con voz inexpresiva—. Realmente quiero a mi esposo, pero a veces es un poco excesivo.
