—Madre... —Luo Yeqing miró a sus dos hijas y su rostro se tornó rojo.
Ambas hijas eran lo suficientemente mayores para entender lo que la Vieja Señora Luo estaba diciendo, especialmente porque una de ellas estaba casada.
—No digas tal cosa.
—Humph, ¿te avergüenza escuchar lo que tengo que decir pero no te avergüenza hacerlo todos los días? —La Vieja Señora Luo reprendió ferozmente a su hija—. Solo dije tres frases y este sensible marido tuyo terminó llorando. ¿Es un niño de tres años? ¿Tengo que tener cuidado con él?
—¿O es que ni siquiera tengo la autoridad para regañar a alguien en esta casa? Tu marido dijo algo incorrecto y yo le regañé levemente pero terminó llorando. Me mira como si él fuera Dou E y yo algún tipo de rey tirano.
—Simplemente dije que, como su hermana mayor, Qingling debería cuidar un poco más de Huian. ¿Cuándo dije que ella debería convertirse en la guardaespaldas del Pequeño An? ¿Dije algo incorrecto al pedirle a la hermana mayor que cuidara de la menor?
