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Cheng Mingyu, que escuchó las palabras de su madre mientras subía las escaleras, sonrió con ironía. Claro, ¡ahora que su madre había visto los beneficios de hacerse amiga de Luo Huian, ciertamente no lo dejaría ir!
Sacudió la cabeza y continuó subiendo las escaleras. Al llegar al segundo piso, elegantemente apartó los mechones de su cabello color de zorro que tenían un tono plateado y luego pasó junto a los sirvientes.
Sus pies acolchaban en el suelo cubierto de alfombra mientras se detenía frente a una habitación. Cheng Mingyu empujó la puerta de caoba y entró en la habitación. Tan pronto como entró, la mujer sentada junto a una gran cama se levantó.
Llevaba una bata blanca y su largo cabello negro estaba recogido en un moño.
—Maestro Mingyu —saludó la mujer.
—Doctora Chou —Cheng Mingyu saludó a la mujer de vuelta mientras miraba al mer que dormía en la cama.
