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Lu Yizhou los arrastró hasta la cueva más cercana y apoyó al hombre contra la pared mientras rebuscaba en la bolsa qiankun[1] de sus mangas... cualquier cosa. Deshechó un paquete de talismanes, una placa de jade, una bolsa de dinero, más bolsas de dinero, algunos conjuntos de ropajes similares a los que él llevaba, baratijas de madera como las que jugaría un niño de tres años, hasta que al final, casi exhausto de frustración, finalmente desenterró un bolsa de medicinas, píldoras y ungüentos. La manera prístina en que la bolsa estaba atada le indicó a Lu Yizhou que, cualquiera que fuera su identidad actual, parecía no necesitar estas cosas a menudo, optando por guardarlas en el fondo de sus mangas.
Bueno, eso era bueno. Significaba que todas las medicinas estaban nuevas.
Le tocó la mano al hombre y frunció el ceño ante el calor que emanaba de ella. Lu Yizhou midió su frente y sin duda, ya había comenzado a contraer fiebre. Sus pálidos labios casi se tornaron azules.
