Lu Yizhou gruñó y sacudió los fragmentos de vidrio de sus alas. —¿Estás herido?
Oliver negó con la cabeza enérgicamente, los ojos enrojecidos. —Tú
—Quédate detrás de mí. —Lu Yizhou entrecerró los ojos y rápidamente atrapó la pistola que Derek lanzó por el aire. Revisó el cargador y desactivó el seguro con facilidad de práctica. El peso pesado era reconfortante en sus manos, lo mantenía centrado y agudizaba sus sentidos.
La catedral había sido sumida en el caos. Los invitados se levantaron en shock, algunos habían resultado heridos por los fragmentos de vidrio y pedían ayuda. La mayoría exigía saber qué estaba sucediendo. Desde el agujero abierto del techo, aparecieron las sombras de hombres. Cinco, diez, veinte. Rodearon el edificio como una mancha de tinta que salpica sobre el agua clara, invadiendo cada pulgada de paz y reemplazándola por alarma y temor. Había una marca llamativa y discordante en su vestimenta que pronunciaba audazmente su identidad.