—Ya veo, debes haberte asustado mucho, ¿verdad? —Song Yan tomó su mano y sus dedos rozaron el brazalete que Qi Genghis llevaba puesto, los ojos de ella se iluminaron cuando se dio cuenta de lo cálido que estaba el viejo brazalete, sus labios se curvaron ligeramente mientras soltaba la mano de Qi Genghis en su regazo y dijo—. ¿Por qué no cenas con nosotros? Mi esposo es un muy buen cocinero aunque eso es lo único que encuentro digno de apreciar en él.
Fu Yu Sheng cerró los ojos y se esforzó al máximo por no molestarse con Song Yan, él ya sabía esto. El corazón de esta mujer era como una aguja en el mar, podía besarlo, abrazarlo o tal vez incluso a veces mirarlo como si fuera solo un recurso valioso que ella quería y esa era la única razón por la que lo estaba tolerando.