```
Hace cien años, cuando Yumo todavía era consciente del Templo Demoníaco. Su etérea conciencia observaba cómo se acercaban dos figuras, cuya presencia evocaba una compleja mezcla de emociones. Rompiendo el silencio, las palabras de Yumo les alcanzaron a través del poder de la telepatía:
—Ven y límpiate, ¿qué has hecho para ensuciarte tanto?
Al oír esto, un hombre vestido con desgarradas ropas de piel de bestia, que lucía un vibrante cabello púrpura con puntas blancas como la leche, tembló. A pesar de su atractivo aspecto, su rostro estaba manchado de sangre, insinuando una fiera batalla que había soportado.
Yumo permaneció impasible ante sus fervientes aseguraciones. En cambio, su atención se volvió hacia una niña pelirroja, pequeña y adorable, que estaba de pie a su lado:
—Pequeña Na, dime la verdad. ¿En qué problemas te metió tu hermano?