A medida que el sol hizo su aparición, la luz matutina suavemente se coló en el dormitorio, incitando a la muchacha de cabello negro, que había estado sentada en el sofá por un rato, a abrir lentamente sus ojos.
Tras una breve mirada al paisaje de la calle temprano por la ventana, Yumo redirigió su mirada hacia la cama, donde la exquisitamente bella chica de pelo plateado aún dormía apaciblemente. Pero al ver el rostro angelical de Mengxi, especialmente esos labios rosados y cerezales, un leve rubor decoró el rostro de Yumo.
Los recuerdos de la noche anterior se desplegaron en su mente como una presentación de diapositivas. Especialmente, el recuerdo de su beso, sus lenguas entrelazadas, hizo que el rostro de Yumo se transformara en una manzana roja completamente madura. Instintivamente abrazó sus piernas, acurrucándose en el sofá, y lamió delicadamente sus labios, aparentemente perdida en su reminiscencia.
En este momento, Yumo parecía indistinguible de una muchacha tímida.